jueves, 8 de noviembre de 2012

¡Estás radiante! ¿Será cáncer?


Hola niños y niñas. Hoy vamos a hablar de otra mierda aburrida de las que nos hacen perder el sueño: los peligros de la “contaminación electromagnética”.

Yo tampoco había oído hablar de esto, pero hoy he leído que el tribunal supremo italiano ha determinado que el uso prolongado del teléfono móvil puede causar cáncer. Y no me ha extrañado que hayan sido ellos los descubridores de tal fenómeno, ya que los países mediterráneos suelen invertir más en jueces y políticos que en ciencia y laboratorios. La naturaleza por su parte se ha declarado objetora y dice que no piensa obedecer.

Yo de medicina ni idea, y de lo demás lo justito. Pero tengo interneter, lo que no sólo me da acceso a mucha información, sino que también me hace creer que a los demás les interesa lo que yo tenga que decir, así que manos a la obra.

El google se me ha petado cuando le he metido un “riesgos de los campos electromagnéticos”. Y de forma paralela, y por supuesto sin tener nada que ver, todas esas páginas estaban hasta las cejas de anuncios de pseudo-medicinas, homeópatas, cursos de reiki, galletas ecológicas, incluso creo haber visto algo de un exorcista. Sin olvidar los anuncios de artilugios de todo tipo que te salvan de la maldad de las ondas. No he encontrado, eso sí, ni un solo dato concreto sobre radiación, así que no puedo juzgar nada de esto. Pero al parecer si usas el móvil se te recalienta el cerebro, te salen tumores, te quedas estéril, e incluso altera el ADN de tus soldaditos dando lugar a una interesante siguiente generación.

Por otro lado pensé en echar un ojo a la wikipedia, y allí encontré cosillas sobre los móviles. Un teléfono móvil funciona con ondas electromagnéticas, es decir fotones, con una frecuencia inferior a 3 GHz (3 mil millones de Hercios, o ciclos por segundo). Lo que nos interesa de la frecuencia es que es un indicativo de la energía total de cada fotón, que será el producto de esta frecuencia por la constante de planck, que es un numerajo muy feo y sobre todo muy pequeño, cero punto 33 ceros y luego un 6 y pico. Total, que cada fotón tendrá como muchíiiisimo 2x10⁻²⁴ Julios. Para comparar, cada fotón que sale de la bombilla que tengo a mi lado tiene cien mil veces esa energía, por eso ilumina un poco. No obstante, pasarse la vida al lado de una bombilla como hacen tantos lectores, estudiantes, oficinistas, vampiros y sonámbulos no parece dar cáncer, o al menos a nadie le preocupa que lo de. ¿Entonces por qué el móvil sí preocupa? Supongo que porque emite con tan poca energía que su radiación es invisible, y por lo tanto se presta a hacer cosas mágicas, igual que todas las cosas invisibles.

¿Qué decís, niños y niñas? ¿Que estoy haciendo trampa porque los móviles emiten y reciben una ingente cantidad de estos fotones, por débiles que sean, y que la unión hace la fuerza? Sería como decir que una bala tiene menos posibilidades de romper una ventana que muchas moscas medio muertas, pero aún así vamos a ver:

Cuando un fotón incide sobre cualquier material, ya sea el aire, una pared o nuestro cerebro, el fotón va pasando entre los átomos del material. Hay que indicar que la materia está casi vacía en escalas tan pequeñas, es como volar por el espacio entre las estrellas y sus planetas. No obstante, los electrones de los átomos forman una especie de barrera de carga eléctrica alrededor de cada átomo (o de grupos de átomos dependiendo del tipo de enlace y demás cosas aburridas). Cada fotón podrá atravesar el material sin problemas, o bien puede colisionar con alguna de estas barreras electrónicas. Si pasa esto último, que es más o menos raro dependiendo del material, el fotón cede un poco de energía al electrón el cual aumenta momentáneamente la suya. En el caso de fotones extremadamente energéticos (llamados ionizantes) el fotón podrá incluso llevarse por delante al electrón enterito, arrancándolo del átomo. Es como si una piedrecita chocara con la Tierra con tanta fuerza que la arrancara del Sistema Solar, por seguir con el ejemplo. Vamos, una bestialidad.

Bien, los fotones del móvil están muy lejos de ser capaces de hacer esto, incluso los de la luz de la bombilla lo están, harían falta unos potentes rayos X o los famosos rayos Gamma de los que te dan súper poderes o te vuelven verde. ¿Y si lanzamos muchos fotones por débiles que sean? Simplemente da igual cuántos fotones haya, porque cada uno de ellos es totalmente inocuo. Si yo lanzo una piedra desde mi casa no voy a llegar al otro lado del Mediterráneo, y me temo que no importa cuántas tire, simplemente no tengo fuerza suficiente para llegar, igual que un teléfono no tiene fuerza suficiente para arrancar un electrón de un átomo, ni siquiera del átomo más débil. ¿Cómo se que no importa el número de fotones, que sólo importa su energía individual? Lo descubrió el viejo Albert en 1905, llevándose un Nobel y todo. No es que sea más cierto porque lo dijera este señor y le dieran un premio, es que al citar algo que cualquiera puede consultar e incluso corroborar uno se evita dar otra explicación más. Me temo que esto no sirve cuando en las paginillas consultadas citan misteriosos estudios de los doctores Grijander-Föghen que corroboraban que las ratas se ponían tristes al usar wi-fi cerca de ellas.

En cuanto a las torres de emisión, o antenas base o como se llamen, emiten con más energía pero desde luego mucho menos que mi bombilla de flamante luz amarilla.

A veces se habla de potencia de emisión en vez de energía. La potencia de la radiación representa la cantidad de energía emitida por segundo, pero cada fotón seguirá teniendo la misma frecuencia; a más potencia más fotones, pero no fotones más energéticos. Más piedras tiradas al mar, pero no tiradas con más fuerza. Podremos acertar a más cantidad de electrones con nuestros fotones, pero el resultado será el mismo en cada uno de ellos: ninguno.

Otra historia es el calentamiento de la sesera al usar un móvil. Un móvil puede emitir máximos de 2 Vatios de potencia, que son 2 Julios por cada segundo de conversación. Esta emisión “sale” para viajar por el aire y no para ir a nuestro cerebro, pero vamos a suponer que el móvil funciona como un microondas cuidadosamente diseñado para emplear absolutamente todos los fotones emitidos en calentarnos la mollera. Esto implicaría que el 100% de los fotones van a colisionar con las partículas que componen nuestra cabeza, y que además en todas las colisiones van a desaparecer por completo cediendo toda su energía a nuestro cuerpo. Esto es absolutamente imposible, pero aún así; en ese caso nuestra cabeza recibe 2 julios de energía cada segundo. Aún suponiendo que nuestra cabeza estuviera formada sólo por agua (como la de los ministros) esto sólo elevaría 2.5 diezmilésimas de grado la temperatura (una cabeza humana pesa unos 8 kg, o al menos las de mi nevera pesan eso) durante cada segundo. Creo que estar al sol o a la sombra nos afecta bastante más que esto.

A este último cálculo añadamos que un móvil normal emite a una potencia unas 100 veces inferior a la usada, que la radiación emitida no se invierte en calentarnos sino en enviar información a tomar por culo de lejos, que nuestra cabeza no es de agua y que está unida a otros 70 kg de carne con los que compartir temperatura, etc.

Vamos, que si los móviles hacen todas esas cosas que dicen los internetes pues yo no entiendo nada de nada, que bien podría ser. Bueno, niños y niñas, pues con esto yo ya he hecho sueño, espero que vosotros también.

Ah, se me olvidaba: las multinacionales telefónicas son una panda de hijos de puta todos, del primero al último, que quede claro. Esto es sólo una opinión, no un hecho, pero es mía así que me vale igual. Pero sintiéndolo mucho eso no tiene nada que ver con el rollo de las antenas y el cáncer. ¿Y por qué el tribunal supremo italiano ha dictaminado que sí que tiene ver? Pues supongo que por lo mismo que en otros países han retirado el wi-fi de los colegios, por ejemplo, porque la gente lo quiere así. ¡¡¡¿Y los niños, es que nadie va a pensar en los niños?!!!

1 comentario:

  1. Te estás cargando todas las leyendas urbanas sobre la(s) energía(s) y la maldad de las cosas científicas.

    Malandrín.

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